Día mundial de la lucha contra la ignorancia

En vísperas de un nuevo 12 de octubre propongo que la fecha sea dedicada a señalar el enorme daño que la ignorancia causa a las personas que se dejan atrapar por ella. ¿Por qué el 12 de octubre? Repasemos brevemente la figura de un marino genovés.

Un 12 de octubre de 1492

La hazaña de Cristóbal Colón, que atravesó el Atlántico y arribó sano y salvo a tierras que nadie conocía, y que ni siquiera se sabía que existían, es una de las gestas más notables de la historia de descubridores y exploradores. Lo que Colón llevó a cabo fue para la época una acción muy arriesgada. Los marinos iban de aquí para allá, pero, en general, navegaban por mares interiores como el Mediterráneo o, a lo sumo, realizaban travesías que rodeaban el contorno de los continentes. Para los europeos del siglo XV navegar hacia el oeste era algo aterrador. Muy pocos lo consideraban. En primer lugar, debido a que no había necesidad y, en segundo, a que el mar del oeste estaba lleno de amenazas tanto naturales como extraordinarias.

Todo se vino a complicar cuando a mediados de siglo los otomanos conquistaron Constantinopla y cerraron la ruta hacia Oriente. Como consecuencia se despertó la motivación para navegar a través de lo que ahora conocemos como el océano Atlántico, con el fin de buscar una ruta alternativa hacia las especias y la seda. Claro que para eso había que estar convencido de que la tierra era redonda, pues para muchos si se navegaba lo suficiente llegaba un punto en el que uno se caía a un precipicio sin fondo con barco y tripulación incluidos. Otros que no creían en esto de la tierra plana sí temían a las criaturas monstruosas que poblaban las profundidades del océano más allá de las zonas usualmente navegadas. Serpientes marinas gigantes, monstruos de varias cabezas y todo tipo de bicho raro y asqueroso, que nadie había visto, pero que muchos afirmaban que allí acechaban. Por último, estaban los que tampoco temían a aquellos esperpentos, para ellos inexistentes, pero sí percibían riesgos altos vinculados a los naufragios, debido a tormentas y climas que no conocían, a la posibilidad de navegar sin destino agotando provisiones o simplemente a la chance de fracaso por no llegar a ninguna tierra de utilidad. En resumen, navegar hacia el oeste era muy riesgoso. Era preferible seguir haciendo navegación de cabotaje, que no traía mucha fama ni fortuna, pero permitía ir tirando a la vez que mantenerse con vida.

Sin embargo, Colón se animó. No es que no tuviera miedos. Pero los tenía de aquellos riesgos que él sabía que eran reales. No le inquietaba en lo más mínimo caerse a precipicio alguno pues sabía que la Tierra era redonda, menos temía a reptiles fantasiosos. Respecto a lo de no llegar a ningún lado, creía tener información confiable sobre la distancia a recorrer; respecto del clima, se había informado de los vientos y corrientes que debía aprovechar para hacer jugar todo ello a su favor. Obviamente, entendía los riesgos de morir en el intento, o de regresar derrotado y arruinado. El premio era grande, ¿cómo no iba a venir acompañado de la posibilidad real de fracasar?

Cuando otros marinos no se atrevieron, el almirante genovés lo hizo. Cuando otros prefirieron quedarse en lo recorrido, Cristóbal decidió arriesgar en lo desconocido. Pero no se trató solo de valentía. Más bien esta fue posible gracias a otra faceta usualmente poco valorada de este personaje tan singular. Colón pudo vencer el miedo porque se esforzó en estudiar, en preguntar, en razonar, en definitiva, en saber más que sus coetáneos. Con esfuerzo, inteligencia y perseverancia redujo su propia ignorancia a niveles que le permitieron abordar retos que para el resto eran inasibles.

Reflexión

El miedo paraliza. A veces esto es bueno pues nos detiene antes de ingresar en una zona de peligro de la cual podemos salir dañados. En otras ocasiones es malo, porque nos impide hacer lo que deberíamos. No nos deja salir de una zona de confort que nos permite sobrevivir pero no destacar, discurrir más no liderar. Una maldita y tibia zona de confort que atrofia todas las potencialidades que si las desarrollásemos nos llevarían a hacer más y mejor, para nuestro bien y el de aquellos que de nosotros dependen.

No hay peor enemigo que la ignorancia. Nada nos hace tanto daño como no saber algo que podríamos conocer si nos esforzásemos. ¿Cuántas veces aceptamos bovinamente lo que otros afirman, simplemente por no haber hecho el esfuerzo de enterarnos de la verdad por nosotros mismos? Y muchos de esos otros abusan de nuestra quietud. Saben cómo asustarnos, saben cuáles fantasmas agitar en forma de eslóganes sensibleros, vacuos pero efectivos. Y así, poco a poco, cediendo ante esos profesionales de la verba fácil, como individuos primero y como sociedad después, nos vamos convirtiendo en actores de reparto, sin iniciativa ni motor, simples extras en una película opaca y frustrante.

Colón pudo porque primero quiso encontrar la forma de poder. Pudo porque no se quedó en lo que la mayoría decía. Fue capaz por no quedarse paralizado ante el temor a la burla y al ridículo. Pero pudo hacer todo esto por haberse esforzado en descubrir y saber más. Así eliminó de su mente miedos falsos y sin sentido.

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