Publicado en Revista Hacer Empresa
Uruguay mira mucho a su historia, a lo que se hizo antes, para resolver problemas actuales. ¿Qué pasa si lo que construimos hace unos años ya no es válido hoy? ¿Cómo avanzamos como país y sociedad si nos apoyamos en bases falsas? Debemos cuestionarnos si los ladrillos sobre los que construimos el Uruguay son hoy lo suficientemente estables.
La capacidad de aprender de los seres humanos es una característica que no necesita ser fundamentada. Es evidente que una persona aprende. Lo hace desde que nace, siguiendo en ello hasta el momento mismo de su muerte. No solo se aprende académicamente. La instrucción formal es importante pero el aprendizaje se da en múltiples facetas. En lo social, experimental, afectivo y en cuanto orden de la vida nos podamos imaginar. No todo aprendizaje es positivo, también están aquellos que merecen ser considerados negativos, como bien nos ha enseñado el profesor Pérez López. Así como las personas a título individual viven del aprender, las sociedades, colectivamente, también aprenden. Si bien el aprendizaje individual es parte del aprendizaje colectivo, no se puede afirmar que el segundo es la sumatoria de los primeros. Lo que una sociedad aprende es mucho más que tal sumatoria. Para llevar a la práctica tal aprendizaje necesita de constructos que le sean útiles para avanzar como grupo organizado en la construcción de un futuro más feliz, que al fin y al cabo es lo que da sentido a la convivencia colectiva. Qué quiere decir “más feliz” o qué hace más feliz a los miembros de una sociedad, es algo que queda para otro artículo.
Avanzando un poco más se puede observar que a partir de la acumulación de vivencias colectivas toda sociedad se hace con axiomas o verdades asumidas. Estas son aceptadas pacíficamente y suelen estar detrás de las decisiones que a nivel personal o colectivo se eligen para enfrentar los distintos desafíos que se presentan. Esto no es ni bueno ni malo, sino que simplemente es algo que siempre existió, y que seguirá existiendo. Por otra parte es intrínseco a la naturaleza humana y por tanto no hay que dar mucha vuelta acerca de ello.
Obviamente los lectores más perspicaces se estarán preguntando cuán importante es que tales paradigmas sean ciertos. La respuesta también es evidente. Si el paradigma es falso, todo lo que construyamos sobre él, será como mínimo errado. Siendo esto así, importa como sociedad interrogarnos si los axiomas principales de nuestra uruguayez son efectivamente válidos, o si son simplemente un mito. Que sean un mito no quiere decir necesariamente que sean una mentira. Quizás algún día fueron una realidad, hubo hechos concretos que a partir de ellos la sociedad comenzó a construir “verdades incuestionables”, y así siguieron durante muchos años. Pero el tiempo pasa y las cosas mutaron de tal forma que lo que era una verdad incuestionable, se convirtió en un mito.
¿Mito o verdad?
En el IEEM consideramos que debíamos involucrarnos y contribuir a validar o derribar mitos y verdades. Si bien es verdad que el camino, el más intelectualmente válido podríamos llegar a afirmar, debería ser el deductivo, nos pareció que a través de él sería muy complejo convencer a un gran número de personas. ¿Cuál otro método, entonces? Sin lugar a dudas uno que atrajera la atención del mayor número posible de ciudadanos, que a la vez fuera contundente en sus resultados y, en la medida de lo posible, creara un ambiente de discusión al nivel más popular posible sin caer en la trampa de los prejuicios ideológicos, tan caros al uruguayo medio.
Con los objetivos anteriores en mente, no fue difícil decidir dónde debíamos buscar la herramienta. En la vieja y querida pasión celeste: el fútbol. No solo por ser algo que escapa a la política, a la ideología radical y hasta, por ahora, al pensamiento y al lenguaje políticamente correcto, sino debido a que en el fútbol es posible encontrar muchos datos objetivos que permiten hacer análisis empíricos. Y ya se sabe que el peor número tiene diez veces más poder de convencimiento que el mejor de los razonamientos.
Nuestro plan de acción se definió con la siguiente secuencia: primero encontrar verdades asumidas por los uruguayos en relación al fútbol oriental, luego encontrar datos que nos permitieran analizar si se trata de una verdad que merece ser tratada como tal o si por el contrario debe ser considerada un mito y, por último, en la medida que pudiéramos demostrar que fueran esto último, alertar a la sociedad toda con el riesgo de que lo mismo esté pasando en otros órdenes de la vida.
Si bien para cualquier sociedad es relevante descubrir cuáles son esos mitos que harán peligrar las construcciones que se apoyen sobre ellos, en el caso uruguayo es doblemente importante. Esto es así debido a que según Geert Hoftede, la sociedad uruguaya es una de las que más basa la búsqueda de soluciones a sus desafíos en el pasado, en las tradiciones, en lugar de hacerlo en formas nuevas de hacer, inéditas, desligadas de usos y costumbres. En realidad, entre la casi centena de naciones analizadas, Uruguay solo es superada por una sociedad en esto de “conducir mirando el espejo retrovisor”. Solo nos ganan los griegos, con 100 puntos sobre 100 posibles. Uruguay pierde por poco, 99 sobre 100. Según este estudio, los griegos son los líderes en aquello de tener ojos en la nuca. Puede tener sentido, tuvieron a Sócrates, Platón, Aristóteles, Pitágoras, incluso a Alejandro Magno, que con 30 años dominó todo el mundo conocido. Y ahí se quedaron, siguen mirando aquellas glorias, pero al menos las tienen. Cierto que hoy su nación está en la miseria, pero que le saquen a los griegos todo lo bailado. Ahora, nosotros, ¿qué pasado glorioso tenemos? No el de los griegos, pero sí uno que en la primera mitad del siglo XX fue muy innovador, arriesgado, esforzado y amigo de grandes realizaciones. Pero igual que los griegos, ahí nos quedamos.
Por lo tanto, si creer que un mito es una verdad indiscutible es un riesgo para cualquiera —para Singapur con apenas 8 puntos en 100, o China con 30, o USA con 46— tampoco es tan grave. Como sociedad tienden a dar poca o moderada importancia a las viejas formas de hacer. Por lo tanto, mala cosa creer en mitos pero nada terrible para el futuro. Pero para nosotros, donde todo arreglo, toda mejora, los buscamos en el pasado, los mitos pueden llegar a ser un bacilo tremendo que nos infecte de tal forma que impida que avancemos, o, peor aún, nos convierta en una sociedad estancada, o en un democracia fallida, como tiempo atrás estuvo a punto de serlo Argentina o como hoy lo es Venezuela.
Un poco de fútbol
Las definiciones de penales, ¿son una lotería? Muchos dicen que sí. Lamentablemente el estudio liderado por los profesores Sartor y Munyo muestra que para Uruguay hay menos de un 3% de que tal afirmación sea verdad. Por lo tanto, ahí hay un mito. Con implicancias graves para los que dirigen el fútbol. Un DT que no haya hecho nada especial, nunca debería enfrentar una definición de penales como una alternativa factible. Aunque mande al golero a cabecear debería hacer todo lo posible para evitar llegar a tal definición. Pero si es tan ingenuo, o ignorante, alegremente apostará a jugar a una ruleta rusa, en la que piensa que hay una sola bala en el tambor cuando en realidad hay cinco.
Lo mismo para la afirmación acerca de que los equipos uruguayos son mejores en las que duelen. El estudio analizó partidos amistosos y oficiales, más de 10 000 resultados, y la conclusión fue tremenda. En lo que va de este siglo, rendimos más en los amistosos que en las que van en serio.
Ahora lo que importa
Dos verdades asumidas, dos mitos, en realidad. En el estudio se derribaron otros más que aquí no comentaré. Por lo tanto, lo que decíamos al principio, cuidado con lo que se viene, ¿en la vida económica, familiar, política habrá también mitos en los cuales nos apoyamos? Debemos decir que sí, que muy probablemente los haya. Si resulta que los chilenos y los venezolanos son mejores que nosotros en las que duelen, algo impensado para cualquier futbolero celeste, ¿no habrá otras verdades que son mentira?
La solución en la educación pública vareliana, la soberanía basada en la propiedad estatal de los servicios públicos, el absolutismo de las manifestaciones sindicales, la necesidad de solo pensar en negocios de nicho, el destino manifiesto en el agro, ¿son todas verdades indiscutibles?
Seguramente lo fueron en el pasado, de la misma forma que la celeste era mejor en las bravas que en las fáciles. Que sí, que era cierto, que éramos igual de buenos que los otros en asunto de patear penales. Todo mito, en general, parte de algo que fue verdad, pero que con la acción interesada, o simplemente por el paso de tiempo y cambio de las circunstancias, dejó de serlo y se convirtió en una gran estafa.
Como sociedad, periodistas, intelectuales, políticos, formadores de opinión en general, deberíamos hacer el esfuerzo de revisar honestamente nuestros paradigmas y desterrar la mentira mitológica. No hay futuro si seguimos viviendo con los ojos en la nuca, nada bueno podremos construir para nuestros hijos. Cierto que hay personas que seguro les asusta esto que decimos. Sus posiciones, sus liderazgos, están basados justamente en mitos y engañifas. Serán los principales críticos de estas líneas y de los esfuerzos a los que estamos convocando. Pero si ellos llegan a ganar, el Uruguay, sus ciudadanos, los que están por nacer, serán los grandes perdedores.
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