Fútbol y algo más

Publicado en Café & Negocios


El fútbol profesional más que un deporte es un espectáculo que se sigue como tal y que con el paso del tiempo se ha convertido en algo que va mucho más allá de lo que sucede en la cancha. El mundial, la justa máxima del fútbol profesional es hoy lo que eran los juegos en la antigua Olimpia. En aquellos tiempos el evento se anunciaba por enviados que recorrían toda Grecia, lo que generaba un gran jolgorio entre los griegos de todas las ciudades. Miles de ellos visitaban Olimpia, pudiéndose así ver[i], “del brazo, a diputados de izquierda atenienses y generales espartanos, e incluso grupos de filósofos en paz entre ellos. Pues además de las masas, ahí se daba cita toda la alta sociedad helénica olvidada por algunos días de sus diferencias y conflictos”. Hoy es igual, solo que el efecto se da en el mundo entero. En lugar de mensajeros son los medios que convocan y en todo el mundo personas de muy diversa condición hacen un paréntesis en sus problemas, dramas y responsabilidades. Las pantallas muestran los palcos con presencia de gobernantes, políticos y notables que departen amablemente ajenos a sus diferencias.

Después del affaire Suárez, los uruguayos nos escandalizamos por la inequidad de la FIFA, cuya discrecionalidad se asemeja a lo que narra Montanelli, “(las mujeres) estaban excluidas reglamentariamente. Ferénikas de Rodas se disfrazó de monitor para poder ver competir a su hijo en el torneo de lucha, pero su euforia la traicionó y fue descubierta. La pena para este delito era la muerte, pero dado que Ferénikas era hija de un gran campeón y madre de otro, los jueces argumentaron que el mismo dios Hércules se les había aparecido para indicarles que era hija suya, dado lo cual los jueces entendieron que la acusada debía ser absuelta”.

Los héroes modernos

Los jugadores que participan del mundial se han convertido en súper hombres. Un poco por sus cuerpos trabajados al máximo en conjunción con las camisetas ajustadas, pero también por elevarlos a la categoría de cuasi intelectuales. Más allá de las excepciones, los jugadores de fútbol de élite son jugadores de fútbol, no son químicos, literatos ni amas de casa. Son personas que apoyan su vida y su éxito en sus instintos y habilidades físicas llevadas al máximo, lo que si bien no va en detrimento de su desarrollo intelectual, tampoco otorga credenciales en nada que no sea correr rápido, marcar y patear.  En este mundo FIFA del insufrible fair play, nos quieren vender una imagen de los jugadores que no son ni nunca fueron. En la antigua Grecia, “la carrera de 211 metros era la más sencilla pero la más popular. Una vez que uno de Argos la ganó, en vez de pararse en la meta siguió corriendo hasta su ciudad para avisar de su victoria, cien kilómetros sin parar en un mismo día”. ¿Alguna duda de que este corredor era un tanto primario? ¿No se asemeja al comportamiento de algunas estrellas del balompié? Saque usted sus conclusiones.

Los luchadores han pasado a la historia como dueños de cuerpos esbeltos y llenos de gracia según las estatuas que han llegado hasta hoy. Pero debieron ser diferentes. “Cuentan de uno que para impresionar al público se asfixiaba con una cuerda hasta que las venas endurecidas por el esfuerzo hacían saltar la soga. Debía ser gente bastante bruta, a la luz de lo que un poeta anónimo dijo de un superviviente de uno de estos encuentros ‘Oh, Estrafón, después de veinte años de ausencia de su casa, Ulises fue reconocido por su perro Argos. Pero tú, después de cuatro horas de sopapos, intenta volver a tu casa y verás que acogida te hace el perro. Ni siquiera él te reconocerá’”.  

Llamaban a Olimpia la ciudad santa pero no todo lo que sucedía allí era santo. “Los hombres políticos intrigaban y hacían su propaganda y los dioses hacían sus negocios a través de sus oráculos. Filipo, padre de Alejandro Magno, temido por su mal carácter, pagó una multa debido a que unos soldados macedonios molestaron a ciertos peregrinos en camino a Olimpia”. Hasta el pobre Leónidas, debido a los juegos, se tuvo que conformar con ir solo con 300 a combatir al ejército persa, lo que terminó con todos muertos pero famosos. ¿Y nos sorprendemos que la FIFA haya hecho cambiar las leyes en Brasil que prohibían la venta de alcohol en los estadios? ¿O que castigue a aquellos que apelan a los tribunales de justicia ordinarios?

En conclusión, el futbol profesional se ha convertido en algo demasiado popular contra lo que ni los gobiernos pueden ir. Esto es mérito de la organización que lo rige, que impone sus reglas ante quien sea cada vez que lo entiende necesario. El fútbol profesional no es un deporte, tampoco es un evento regido por reglas claras y objetivas. Esto no quiere decir que la FIFA sea una organización mafiosa. Es una organización privada que fija reglas de aplicación flexible, de tal forma que su aplicación siempre sea la que como organización le convenga. Participar de los torneos que organiza no es una obligación.  En todo caso, si a un número suficiente de personas vinculadas al fútbol profesional les interesa cambiar la forma en que este se organiza, será cuestión de que se pongan a ello. Por otra parte, hay que aceptar que a los jugadores debemos quererlos tal cual son, aspirando a que se comporten como buenos ciudadanos pero comprendiendo sus circunstancias.

Cuando llegue el próximo mundial disfrutemos del espectáculo, si la fortuna nos acompaña vibremos con la Celeste, pero en ningún caso olvidemos la lógica que hay detrás de la gran fiesta.


[i] Las citas corresponden a Historia de los Griegos, I. Montanelli, págs. 193 – 199.

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